LLAGAS DE AMOR
Esta luz, este fuego que devora. Este paisaje gris que me rodea. Este dolor por una sola idea. Esta angustia de cielo, mundo y hora.
Esta luz, este fuego que devora. Este paisaje gris que me rodea. Este dolor por una sola idea. Esta angustia de cielo, mundo y hora.
Encantados acaso por esos indicios que, anhelaban, los conducirían a un laberinto de inéditas significaciones, los lingüistas pactaron, luego de celebrar un rito de confidencialidad y silencio, terminar sus días estudiando el arcano lenguaje resurrecto en ese valle prolífico en verdor y primicia, en una ciudad llamada Aldea Roja, junto al Bosque Sagrado.
Ella lloró mucho y él lloró más. No cabe hacer conjeturas sobre si entrambos podrían haber detenido la historia pasada en algún punto de clausura. Porque las historias siempre quedan abiertas y sólo se detienen a reflexionar.
Texto Viviana Lombardi Una nueva zozobra apoyada en los despojos de lo familiar desconocido – “Soy sólo y puro unheimlich” – lo arrojó a Puppi. Necesitaba tener en carne propia todo lo que ella le estaba regalando. Necesitaba verla y respirarla. Estar. Estar con ese alguien que es un otro en el cual nos encontramos…
Quedaron con él el amor y la desdicha unidos en un lago de sangre inexplicable, amalgamados para siempre en algún lugar profundo.
“La mujer pensada por hombres no es una mujer. Es su sueño de placer y de reposo. La savia que se chupa para crecer en competencia y fuerza. No nos ven como a personas: somos dones que se toman como frutas del Edén para alimentarse en el camino.”
El romance se iba edificando, clandestino, con palabras laboriosas, con catedrales de poesía efímera de la inspiración arrojada al loco ardor de hablar sin máscara.
“SI EL HAMBRE ES LEY, LA REBELIÓN ES JUSTICIA”
Entre llamas como rubíes de lava ejecutando la voracidad del elemento que resplandece en los límites, sólo se avizoraba un frontis diseñado con las manos del arte que une la verdad con la belleza. Y una inscripción “Remedio para el alma.”
Las mujeres eran ahora volúmenes de bruma. La voz reverberaba en eco. Era Sayuri. La mujer que lo alumbró. Era ella como él nunca la había conocido.
El viento sabe que pa’ volar hay que apuntar arriba. Si no, uno se queda haciendo trompos en la tierra, como las gallinas cuando les cortan el gañote.
La miró fijamente. Era joven y graciosa. Una diosa del amor pequeña y somnolienta. Sonreía. ¨Vous avez oublié votre livre ¨.
“¿Quién puede entender que alguien sea demasiado japonés para ser argentino y demasiado argentino para ser japonés?
Sintió el duro trabajo del diamante trasmutando su corazón suspendido. Sintió la alquimia del músculo coloidal e inquieto volviendo a su piedra de origen
Voy a escribir para mis amigos, esas negras bestias salvajes, almas gemelas que me abandonaron a tiempo, sin bajar línea ética, tracción a terror puro,
La trama de Aka estaba tejida con pinceladas vinculantes en el lienzo de sus pesadillas. Todo permanecería secreto en cada despertar